sábado, 22 de septiembre de 2012

Santa proteína, líbranos de todo mal

La antigua ventana exponía aquel soberbio paisaje, orquestado por el canto de los pájaros, entre sus barrotes los rayos del sol intentaban rescatarme de los taladrantes discursos de Pedro, el sacerdote del turno mañana en las misas del colegio. Luego de nueve largos años pude comprender que las misas con mi materia gris no se llevan bien. Admiro profundamente a aquellos que saben cuándo es correcto sentarse después de cada oración y sin cabecear ni bostezar cantan a viva voz porque conocen las letras de todas las canciones. La problemática nace cuando mis benditas neuronas, benditas porque el padre Pedro las bendijo varias veces, disparan algún proceso químico no identificado, por medio del cuál la mente se llena de dudas y me encuentro frente a la disyuntiva de seguir o no a la manada... finalmente procedida por una estela de polvo observo como la manada se aleja, y abordando la banquina caigo barranco abajo: ¿Es moral comer un cuerpo humano en galletita? ¿Lo refinan al igual que la grasa bovina? Aun cuando está claro el simbolismo, la actividad recurrente de comer el cuerpo y beber la sangre de un sujeto, por más que se llame Jesús y no Tito, ¿no es de zombi? 
Ahora bien, no es una conducta concordante con la sociedad comer cuerpos humanos en las afueras de la institución sagrada, porque te encintan con camisa de fuerza y un bosal de clavitos marca Lecter, publicando en el titular "Caníbal refina el cuerpo de Tito para producir una galletita de la hostia". 

En general no hacemos preguntas, sin importar en la institución que nos encontremos no cuestionamos, comemos lo que hay, argumentando en algunos casos que de algo nos debemos morir. Los alimentos conciernen a la cultura gobernante, si a la hora de la merienda papá nos daba salame con dulce de leche, sin cuestionar se lo daremos a nuestros hijos y nietos. Sería interesante analizar por qué todavía en la actualidad sustentamos nuestra existencia con muertos. Tal vez inconscientemente seguimos siendo nómades y tras la carencia de asentamiento nos es imposible alimentarnos de la vida que el fruto de la tierra provee. 
Sin lugar a duda la combinación salame con dulce de leche nació de las privaciones que papá sufría, porque gustos son gustos pero hay que tener hambre para mezclar una secreción mamaria caramelizada con fragmentos musculares embalsamados en finas tripas. 

Jamás antes pregunté su procedencia y tan parecidos a los míos, vulnerando la legitimidad institucional de mi cultura, yacían rebanados en el plato músculos con sus tendones y venas. Somos lo que comemos dijo Feuerbach, así cambió mi percepción del alimento y busqué otras fuentes de proteína para sentirme más humana. Aunque muchos consideren que comer banana es una involución, alimentarnos de frutas y verduras mejora sustancialmente el funcionamiento de nuestro cuerpo. 
Sabemos por el post anterior que las proteínas esenciales ingresan por medio del alimento y posteriormente las utilizamos como ladrillos para construir nuestro edificio. Cuando nos alimentamos de una proteína previamente construida, por ejemplo un pedazo de músculo, que es una pared de edificio ajeno, no podemos utilizarla directamente dado que las paredes de nuestro edificio no son iguales a las paredes del otro. Entonces el arquitecto, que todos llevamos dentro, manda a descomponer la pared en ladrillos. Dicho proceso de descomposición nos quita energía, por eso después de un asado con los pibes nos arrastramos cual zombis suplicando por un anti-ácido con acción analgésica. 
Nuestra vida es mucho más simple cuando incorporamos proteína de las plantas, ya que éstas nos brindan ladrillos y no paredes construidas. Una dieta variada de semillas, cereales, legumbres, frutas y verduras proporciona todos los ladrillos necesarios, sin necesidad de combinarlos de alguna manera mística. Nuestro organismo es un máquina perfecta, cuenta con la capacidad de almacenar temporalmente los ladrillos de una comida que puedan estar carentes en otra comida posterior. 

Un alimento para el cuerpo y el alma, la receta de milanesas proteicas sin ingredientes de origen animal, nos ayuda a transitar por nuevos horizontes: Milanesas proteicas